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LA MEMBRESÍA DE LA IGLESIA Y SUS IMPLICACIONES

Este artículo ha sido escrito con el propósito de comprender la naturaleza de la membresía de la iglesia local y sus implicaciones espirituales. En una era de ignorancia espiritual, como la que caracteriza nuestros días, tenemos que decir con toda franqueza que hay mucho en juego aquí, tanto para la iglesia local, como para sus miembros, por lo que se requiere una consideración seria al hablar de la membresía de cualquier iglesia local bíblicamente constituida.

Sabemos que la iglesia es el cuerpo de Cristo, y que está formado por creyentes de todas las naciones, lenguas y tribus, estos creyentes comparten unidad en la fe de Jesucristo, el Cual es Su salvador y redentor, y gracias a nuestra unión con Él, podemos gozar de un vínculo íntimo de fraternidad, donde compartimos y tenemos comunión unos con otros. Tan íntimo es este vínculo de amistad y fraternidad que el salmista proclama en el Salmo 133:1 «Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía.»

La iglesia pertenece a Jesucristo. Él la ha comprado gracias al sacrificio que hizo en la cruz del Calvario. Por Su sacrificio, Él la redimió de su pecado y miseria, del juicio y la perdición, por lo tanto, es legítimamente Suya. Ahora bien, de la iglesia universal, pasemos a hablar de la iglesia visible la cual consiste en instituciones locales, donde los creyentes profesos se reúnen para escuchar la Palabra pura de Dios y adorarlo.

Nuestra Confesión de Fe de Londres de 1689, expresa claramente en el Capítulo 26, párrafo 6, lo siguiente: «Los miembros de estas iglesias son santos por su llamamiento, y en una forma visible manifiestan y evidencian (por su profesión de fe y su conducta) su obediencia al llamamiento de Cristo; y voluntariamente acuerdan andar juntos, conforme al designio de Cristo, dándose a sí mismos al Señor y mutuamente, por la voluntad de Dios, profesando sujeción a los preceptos del evangelio». 

De manera que sigue siendo nuestro deber, unirnos a la iglesia verdadera como se manifiesta en la iglesia visible. Seguramente se preguntarán inmediatamente: ¿qué es una iglesia verdadera? Uno no puede sino estar lo suficientemente agradecido con los padres reformados por proporcionar respuestas sabias y bíblicamente precisas a la pregunta:

Las marcas por las cuales se conoce a la verdadera iglesia son las siguientes: si en ella se predica la doctrina pura del evangelio; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos instituidos por Cristo; si la disciplina de la iglesia se ejerce al castigar el pecado; en resumen, si todas las cosas se manejan de acuerdo con la pura Palabra de Dios, todas las cosas contrarias a ella se rechazan. La iglesia verdadera se distingue de la iglesia falsa, que es corrupta e infiel a la Palabra. La ira de Dios descansa sobre ella continuamente. Es por esto por lo que se hace necesario comprender las implicaciones de la membresía porque cuando uno acepta la comunión del cuerpo de Cristo, el creyente comparte una unidad común con los otros miembros de la iglesia. Un aspecto crucial de esta unidad es la unidad de la verdad, la verdad de Cristo.

  • PRIMERA IMPLICACIÓN: UN DEBER DE ASENTIMIENTO O APROBACIÓN.

El miembro que se une a la iglesia debe profesar estar de acuerdo con todas las doctrinas de la iglesia. Debe conocerlas y creer sinceramente que esas doctrinas son la verdad de la Palabra de Dios. Por lo tanto, deben someterse a la «doctrina y disciplina» de la iglesia local y para ello se requiere que el miembro conozca las doctrinas de la iglesia. Puede no alegar ignorancia, mucho menos neutralidad o un acuerdo poco entusiasta, pero al convertirse en miembro de la iglesia, el creyente ha jurado ante Dios y la congregación «asentir o aprobar todos los artículos de la Confesión de Fe de esa iglesia local, la cual, se supone, expresa fielmente lo que la bendita Palabra de Dios enseña, con el propósito constante de continuar en la misma doctrina hasta el final de su vida.

Tal es la importancia de este tema, que siempre debe exigirse que los miembros de la iglesia no solo sepan, sino que también mantengan plenamente sus doctrinas. La membresía en la iglesia requiere esto. Deben buscar crecer en una comprensión más profunda de las enseñanzas de Cristo y vivir de acuerdo con ellas. La Biblia es la única regla para su fe y práctica, y la Confesión de fe los estatutos o postulados que se deben observar para conservar la unidad y el orden en la iglesia local.

  • SEGUNDA IMPLICACIÓN: UN DEBER DE DEFENDER.

El miembro de la iglesia no solo debe conocer y estar de acuerdo con todas las doctrinas de la congregación, sino que también tiene el deber sagrado de mantener y defender todas sus enseñanzas. Dado que el miembro de la iglesia ha «discernido diligentemente de la Palabra de Dios, que la iglesia a la que se ha adherido es una iglesia verdadera», consecuentemente, debe defender dichas doctrinas a razón de que sus convicciones. Luego tiene la gran responsabilidad de proclamar, mantener y defender estas verdades contra los enemigos de la iglesia. Tal es la implicación del mandato divino de «contender fervientemente por la fe que Dios le ha entregado» como lo expresa la epístola de Judas, versículo 3. Tan serio es este tema de la membresía, que un miembro que expresa cualquier desacuerdo con la doctrina de la iglesia debe ser sometido a disciplina.

Con relación a esto, escribía el pastor Steven Key: «Como miembro de esa iglesia, usted tiene el llamado ante el rostro de Dios a someterse al ministerio de enseñanza y a la disciplina de esa iglesia» 

Queda claro que solo mediante la sumisión a la doctrina de la iglesia, el miembro podrá mantenerla y defenderla. Seguramente uno no puede defender sus creencias doctrinales si no puede someterse a las enseñanzas de la iglesia. Si la iglesia va a ser «Columna y fundamento de la verdad» (1Tim. 3:15), ¿cómo se puede tolerar que los miembros, mucho menos a los oficiales que no estén de acuerdo con sus doctrinas? Una iglesia tiembla con la existencia misma de miembros que profesan doctrinas diferentes.

  • TERCERA IMPLICACIÓN: UN DEBER A PROPENDER UNA MAYOR UNIDAD.

El creyente que se une a la iglesia local expresa unidad con ella, en lo que respecta a la confesión y la vida de la iglesia. El miembro busca «mantener la unidad del Espíritu» (Ef. 4: 3), mantener la unidad de la iglesia y esta unidad se encuentra en la unidad de Cristo y su verdad. De manera que como miembro que se mantiene públicamente en unidad con la iglesia, este busca crecer en una mayor «comunión con el cuerpo de Cristo» (1Corintios 10:16). Y el encuentra su alegría, su satisfacción en esta comunidad que comparte una creencia común en el Dios en el que cree. Solo al compartir una convicción similar con todos los demás miembros de la comunidad, es que el creyente puede lograr una verdadera y mayor unidad con ellos, crecen en la gracia y el conocimiento de su Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18).

Otro aspecto no de poca importancia es, que todos y cada uno de los miembros contribuyan con su talento y los dones que han recibido del Señor, para seguir procurando esta mayor unidad, porque la motivación de un verdadero miembro es buscar en todos los sentidos edificar el cuerpo de Cristo. Sin embargo, los creyentes no podemos buscar la unidad a expensas de la verdad. Debemos comprar la verdad, pero no venderla como dice (Prov. 23:23). Ahí es donde está el peligro del ecumenismo, el cual vende la verdad por un plato de lentejas, es decir, por una falsa unión eclesiástica que no tiene valor y en nada produce una verdadera unidad. 

La verdadera unidad, por lo tanto, siempre se encuentra en la verdad. No podemos olvidar amados hermanos que existe una relación inseparable entre la responsabilidad corporativa y la membresía individual de una iglesia local. El miembro individual siempre permanece como parte y responsable de su iglesia. Dios seguramente bendecirá a la iglesia que está unida en Su verdad. Sin embargo, el juicio recae sobre toda la iglesia que es impertinente sobre el manejo de la verdad de Dios o promueve una unidad que no está fundada en la verdad, sino en ambigüedades.

  • CUARTA IMPLICACIÓN: EL DEBER DE LA IGLESIA DE PASTOREAR

Un nuevo miembro está bajo la supervisión de la iglesia local. Los deberes del miembro individual van de la mano con el deber de la iglesia de cuidar el rebaño de Cristo, para la mayor edificación de su cuerpo. Cristo pastorea su rebaño a través de sus oficiales designados: pastores y diáconos. «Apacienta mis ovejas» (Juan 21:16) fue la instrucción de Cristo a sus amados apóstoles. En consecuencia, los líderes de la iglesia debemos obedecer este mandato de alimentar al pueblo de Dios con la Palabra de Dios de acuerdo con sus convicciones. La iglesia fiel nunca puede menospreciar este deber, ya que observa el llamado a predicar todo el consejo de Dios al declarar su testimonio.

Una de las características requeridas de un anciano es que sea «apto para enseñar» (1Tim. 3: 2). Debe ser capaz de enseñar la Palabra de Dios, para instruir a los miembros en consecuencia. Enseñar la Palabra es proclamarla y declararla libremente, ya sea en privado o en público. Entonces, ¿cómo es posible que un anciano realice sus deberes fielmente si su conciencia entra en conflicto con la doctrina de la iglesia? ¿Cómo puede «alimentar al rebaño de Dios» y ser un «ejemplo» (1Pedro 5: 2-3) si ellos no están de acuerdo con la creencia de la iglesia en la verdad de Cristo?

Ya para concluir, debemos preguntarnos ¿cómo se debe mantener «la pureza de la doctrina y la piedad en la iglesia de Dios» si sus oficiales tienen creencias doctrinales opuestas? ¿Cómo descargan sus líderes sus respectivos cargos si no pueden «prometer» trabajar «de acuerdo con la doctrina» que la iglesia confiesa?

Una de las razones por las que Dios envía controversias a la congregación es porque Él exige que la iglesia reconozca Su verdad. La iglesia, junto con todos sus miembros y oficiales, deben estudiar la doctrina que profesan creer. Si una iglesia permite a los miembros y oficiales tener creencias doctrinales opuestas, las divisiones de esa iglesia se multiplicarán. Una división inevitablemente tiende hacia otra. Siempre una iglesia fiel protege sus muros y mantiene su unidad al insistir en una suscripción común a sus doctrinas. 

El Señor nos ayude. 

Por Pr. Gerleys David Causil. 

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