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LA LEY DE DIOS EN NUESTRA SALVACIÓN PARTE I

¿Qué es la ley moral de Dios? ¿Es vigente la ley de Dios para el día de hoy? ¿Tenemos que guardar la ley de Dios aún en el Nuevo Pacto? ¿Es la ley de Moisés diferente a lo que nuestro Señor Jesucristo enseñó en el Nuevo Testamento sobre la ley? Estas han sido algunas de las preguntas más comunes que nos hemos hecho los creyentes a lo largo de la historia de la iglesia.

Hoy vamos a comenzar una serie de mensajes sobre el tema general, LA LEY DE DIOS EN NUESTRA SALVACIÓN. Deseo mostrarles en esta serie de artículos, que dicen las Escrituras acerca de la Santa Ley de Dios y su lugar en la salvación de los pecadores, y cómo es usada por Dios como «nuestro ayo para llevar a los pecadores a Cristo».[1]

Y por supuesto, entendemos que esta no es una doctrina popular en nuestros días, ya que la enseñanza común en todas partes es que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. De hecho, algunas iglesias de corte «reformado» presentan una especie de antinomianismo parcial, caracterizado por una irreverencia o apatía hacia la santa ley moral de Dios. Esto, apenas es evidente desde sus púlpitos donde se le da un lugar bastante superfluo a este tema.

Pero debemos preguntarnos ¿Cuándo una doctrina que expone la condición más misérrima del corazón humano ha sido popular? Ninguna doctrina o enseñanza de la Palabra de Dios ha sido popular entre el hombre natural. ¡La doctrina del Pecado!, ¡la Depravación Total humana!; ¡la doctrina del Infierno!, ¡nunca han sido populares para el hombre natural! Todas estas son doctrinas bíblicas, sin embargo, nunca han sido acreditadas o del gusto del hombre sin Cristo, porque exponen el orgullo, la autosuficiencia, la justicia propia y la independencia de los tales.

De manera que, no espero que estos artículos sean del agrado del hombre natural. Pero como siervos de Cristo, estamos llamados a predicar todo el consejo de Dios. Así que vamos a sentar las bases de esta serie de mensajes apelando a la Palabra de Dios misma, «A la ley y al testimonio» (Isaías 8:20) es nuestro objetivo. En Romanos. 3:19-20 leemos:

«Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado».

¿Qué nos enseña el apóstol Pablo en estos versículos? En primer lugar: que cada hombre nacido de mujer está bajo la Ley de Dios y debe responder ante Dios por su desobediencia a Su Ley perfecta. En segundo lugar: la Ley fue dada para que el hombre conozca su pecado, 

«…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado».

De manera que, la Ley fue dada para que un hombre conozca su pecado y, por lo tanto, entienda su condición ante Dios. En tercer lugar: la Ley no puede justificar a un pecador ante Dios, porque nunca fue dada para salvar sino para condenar, para mostrar la pecaminosidad del pecado. Este último pensamiento también aparece en Romanos. 5:20, Pablo argumenta: 

«Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia».

Así que, es claro: La Ley nunca fue dada para salvarnos, sino para mostrarnos la pecaminosidad extrema del pecado y nuestra distante posición de un Dios tres veces santo. Pablo lo explica claramente cuando nos dice que: 

«…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios»[2]. 

Nos hemos quedado cortos de la gloria de Dios como se revela en Cristo, de Su santidad, de todo lo que Él es en Su perfección y, por lo tanto, permanecemos bajo la maldición de Su Ley. Esto es lo que expresa Pablo en Gálatas: 

«Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas»[3]. 

¿Y qué es lo que dice la ley de Dios? «Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos»[4].

Cuando precisamos este requisito de nuestro Santo Dios, no tenemos otra opción que declarar que hemos pecado y no hemos alcanzado la gloria de Dios, porque nunca hemos amado a Dios y a nuestro prójimo en esos términos. Por lo tanto, nos hemos quedado cortos de la gloria de Dios y estamos debajo de la maldición de Su Ley quebrantada. Nuestro texto Romanos 3:20 dice:  

«…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado». Esa fue la razón por la cual Dios nos dio la Ley a través de Moisés: para darnos «el conocimiento del pecado», 

No para liberarnos de él; sino para darnos el conocimiento de su carácter Santo. Conocimiento sin el cual, es imposible que alguno corra hacia Cristo como su único refugio, como su única esperanza de salvación por medio la fe. 

En todo este Libro de Romanos, el apóstol Pablo vuelve a este mismo tema. Por ejemplo, en Romanos 5:20 declara: 

«Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» – ¿para qué se introdujo la ley? «para que el pecado abundase». 

De manera que la Ley no entró para lidiar con la ofensa, sino para hacerla abundar, para que pudiéramos conocer lo horrible del pecado. Pero Pablo agrega: «más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia». En Romanos 7:7, el apóstol Pablo pregunta nuevamente,

«¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás». 

Pablo es enfático en decirnos que la Ley no es pecado, pero como el versículo cinco nos dice, que la Ley despierta el pecado en nosotros, el pecado es energizado por la Ley al recordarnos el pecado y, por lo tanto, nos hace pecar más a medida que nuestros corazones y mentes corren tras el pecado. Noten como dice: 

«Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte».[5]

El apóstol Pablo lo que está diciendo aquí, es que estamos en un estado de depravación tan terrible, que la misma ley que nos había sido dada para advertirnos contra el pecado nos hace pecar aún más. ¡Y esta es la radiografía más clara del corazón humano!

Esa es la razón por la cual el apóstol Pablo hace la pregunta en el versículo 7: «¿es la ley pecado porque nos hace pecar?» El mismo la responde en el versiculo 12: 

«De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno».[6] 

Lo cierto es, que la Ley de Dios es lo único que puede revelarnos nuestro pecado como lo confiesa el apóstol Pablo: 

«Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás».[7] 

Entonces, lo que se nos enseña aquí es esto: a menos que la Santa Ley de Dios trabaje en nosotros por el Espíritu Santo para mostrarnos el pecado, nunca huiremos a Cristo en busca de salvación.

Esta es, entonces, la función de la Ley: definir el pecado, revelar su naturaleza; y por esa misma razón es que no tenemos excusa alguna delante Dios. La Ley está escrita en el corazón del hombre[8] por lo cual, «hay suficiente luz en la conciencia para condenar a los hombres por la mayoría de sus iniquidades. El grabado original de la ley en el corazón del hombre en su creación, ha sido dañado y casi borrado por la caída del hombre y por sus subsiguientes transgresiones, pero el Señor, cuando renueva el corazón, restablece la escritura y la deja vívida y fresca, la escritura de los primeros principios de justicia y verdad»[9]. Así que, Dios lo ha revelado claramente en las páginas de las Sagrada Escrituras, para que por Su trabajo en nosotros podamos tener el conocimiento del pecado.

Pero hay otra función de la Ley. Esto se pone de manifiesto en Romanos 7:13, 

«¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso». 

Esto es lo que la Ley ha hecho y hace en la vida de todos los que conocen y sienten su necesidad de salvación por Cristo. La Ley ha llegado a señalar el pecado, a definirlo, a sacarlo de su escondite y a mostrar su carácter extremadamente pecaminoso.

De manera, que el pecado en el hombre es tan profundo, que la misma Ley de Dios, que debería haberlo ayudado, lo empeora, lo conduce más y más al pecado, lo convierte en un medio de muerte. Nada muestra tan excesivamente la pecaminosidad del pecado como lo hace la Ley per se, y una vez que un hombre ha visto el verdadero significado de la Ley, inmediatamente ve la inmundicia y la vileza de su propia naturaleza, ve que tiene «un corazón engañoso y perverso»[10].

Usted ve que la Ley en manos del Espíritu Santo le muestra a un hombre lo pecaminoso de su naturaleza. El pecado no es simplemente una cuestión de acciones y hechos; Es algo dentro del corazón que conduce a la acción. Nuestro Señor dijo: 

«No cometerás adulterio». Él no dice, «mientras no hagas el acto, todo está bien». ¡No! Él dijo, «…Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón»[11].

De modo que, el pecado no es simplemente una cuestión de acciones y de hechos; es algo dentro del corazón que conduce a la acción y ese algo es, nuestro corazón y voluntad depravados. Nuestro Señor dijo: 

«Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre». (Mc 7: 21-23).

Es la función de la Ley, entonces, en manos del Espíritu Santo, mostrarnos la naturaleza del pecado y su pecaminosidad excesiva ante Dios. Al igual que el apóstol Pablo, nunca buscaremos a Cristo, desearemos a Cristo, Su sangre y justicia hasta que conozcamos la pecaminosidad extrema del pecado.

Así que esto nos lleva al último pensamiento para hoy: la Ley nunca fue dada para salvar al hombre, pero fue dada como nuestro ayo, esto es: un «maestro de escuela» para llevarnos al Salvador. Todo el objeto y propósito de la Ley de Dios es mostrarle al hombre que nunca puede salvarse a sí mismo. Una vez que ha entendido la Ley, su significado y contenido espiritual, sabe que no puede cumplirla. Está convencido de que está perdido, de que es culpable ante Dios, de que es un pecador y merece el infierno. Nuestro Señor nos ha mostrado que la enseñanza de la Ley no es solo que no debes beber, o que no debes fumar, o que no debes cometer adulterio, o esto o aquello, sino que debemos amar a Dios supremamente. Por tanto, ¡Escucha el resumen de la Ley! Es: 

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y ​​con toda tu mente, y con todas tus fuerzas … amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Marcos 12: 30-32)

Así que, puedes preguntarte con toda sinceridad ¿Alguno de nosotros ha guardado la Ley? ¡Por supuesto que No! «Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios».[12] Esto es lo que dice la ley. Nos muestra nuestra total impotencia y desesperanza, y por lo tanto se convierte en nuestro «maestro de escuela para guiarnos a Cristo» (Gálatas 3:24), el único que por la gracia de Dios puede salvarnos, liberarnos y reconciliarnos con Dios, perdonándonos nuestros pecados y garantizarnos una eternidad con Él en gloria.

Por lo tanto, hoy nos gloriamos en la Ley de Dios que fue dada por la razón expresa de que podríamos ver nuestra necesidad de Cristo y escuchar las gloriosas noticias del evangelio, «el justo por la fe vivirá»[13] en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Dios les continúe bendiciendo en Cristo.

Notas de pie: 

[1] Gálatas 3:24

[2] Romanos 3:23

[3] Gálatas 3:10

[4]Marcos 12:30-31

[5]Romanos 7:5

[6] Romanos 7:12

[7] Romanos 7:7

[8] Romanos 2:14-15

[9]Charles Haddon Spurgeon; La Ley Escrita en el Corazón, sermón predicado el 29 de octubre, 1882.

[10]Jeremías 17:9

[11] Mateo 5:28

[12] Romanos 3:23

[13] Romanos 1:17

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